Los platos y vajillas portuguesas están de moda. Lo curioso es que, más allá de ser tendencia, protagonista de las mesas más bonitas de Instagram, la relación de Portugal con la cerámica se remonta unos cuantos siglos atrás. Hay que viajar hasta el siglo XVI, porque fue entonces cuando comenzó el idilio de los artesanos portugueses con la cerámica, al principio como una técnica para revestir fachadas (tomaron como inspiración la tradición morisco hispánica), hasta que acabó convirtiéndose (un siglo después, y gracias a la creatividad alfarera y a la destreza de sus pintores) en parte de su identidad y en uno de los símbolos más característicos, artesanos y representativos de Portugal.
El salto de las fachadas a la mesa era inevitable. Como país de tradición alfarera, eran muchas las fábricas que había repartidas por todo el territorio, en las que se cocía algo más que azulejos: platos, fuentes, tazas, jarras… y otros utensilios de barro y loza para el hogar. Si hubiera que nombrar un referente actual de aquella industria tan próspera, ese sería Vista Alegre, fábrica fundada en 1824 en el norte de Portugal, muy cerca de la pintoresca localidad de Costa Nova, en Aveiro. Sin ella, no se entendería la notoriedad que con los años ha adquirido la loza portuguesa, capaz de conquistar incluso a las mesas reales de Buckingham Palace, La Zarzuela y hasta la Casa Blanca.
Eso en el sector de la industria. Porque si de lo que se trata es de poner rostro, y nombre y apellidos, a la fama de la loza portuguesa, solo hay uno: Rafael Bordalo Pinheiro. Un ceramista naturalista y revolucionario que, además de intención estética, creaba obras con ánimo crítico y agitador de masas siempre en defensa del pueblo portugués oprimido social y económicamente (además de célebre ceramista, Bordalo era en realidad periodista de formación). Paralelamente a su trabajo como escritor, fue desarrollando toda una industria vinculada a las artes plásticas y decorativas, hasta el punto de hacerse cargo de la fábrica de cerámica de Caldas da Rainha (fábrica que hoy, por cierto, está en manos de Vista Alegre). Son célebres sus piezas de diseño modernista (figuras orgánicas e inspiradas en la naturaleza), y fue el primero en atreverse a trasladar la huerta a la mesa: sus piezas de inspiración vegetal son, además de muy explícitas (soperas con forma de repollo, ensaladeras con aspecto de tomate), excéntricas, irónicas y mundialmente conocidas.
Tan características y singulares, que o las amas, o las odias. Y teniendo en cuenta la cantidad de plagios que existen de cada una de las piezas en general, y del estilo de Pinheiro en particular, es más habitual que suceda lo segundo. Además de menaje en clave naturalista, suyos son los diseños de vajillas más sencillas pero de vivos colores que se combinan entre sí (desde el verde agua al verde lechuga, el rosa salmón, el rojo o el gris, hasta amarillo mostaza, marrón o azul turquesa). En función de las tonalidades elegidas, el resultado puede ser más clásico y tradicional, o todo lo contrario, muy dinámico y divertido. Es precisamente una de las tendencias que más se repiten en el arte de vestir la mesa más ‘cozy’ y actual: el tablesetting (y tú, seguro, pensando que era cosa de Instagram). Pura inspiración para montar la mesa más bonita y ser el mejor anfitrión en tu próxima reunión de amigos.